Desde la época prerrománica ha existido en España una ruta que une el norte de la Península con el sur, atravesando montañas, valles y llanuras. Es la conocida como Ruta de la Plata, un camino antiguamente comercial que se utilizaba para trasladar mercancías de una región a otra y que hoy es un sendero cargado de historia y monumentos.
La Ruta de la Plata comienza en Sevilla. Desde allí parte hacia la antigua Itálica, la desaparecida ciudad de la Bética Romana de la que actualmente solo quedan ruinas. El camino continúa a través de Zafra y Almendralejo hasta Mérida, la Roma Hispánica que floreció en la época imperial romana. Cáceres y Plasencia son las siguientes paradas de así como Béjar y Salamanca por las que también pasa la vía. Atravesando campos de cereales y cultivos, llegamos a Zamora, uno de las ciudades en las que mejor se conserva la antigua calzada. De ahí partimos hacia Benavente, Astorga, León, Oviedo y Gijón, donde termina la histórica Ruta de la Plata.
Su nombre procede de la riqueza minera de la zona pues fue la producción de metales preciosos que caracterizó la región lo que hizo que los comerciantes bautizaran la ruta con el nombre que se ha mantenido hasta la actualidad. Su importancia fue tal entre los siglo I a XIX que sirvió como punto de partida para infinidad de caminos y cañadas y como piedra angular para la construcción de ciudades enteras que surgieron al amparo de esta ruta comercial.
Hoy en día la Ruta de la Plata es una vía que conserva un enorme legado histórico-artístico pues recorre el pasado de España casi desde su nacimiento hasta la edad contemporánea. Siguiendo su camino nos encontraremos acueductos romanos, iglesias románicas, fortalezas medievales y edificios renacentistas. Pero también folklore de la zona, artesanía y mucha historia. Un recorrido único para todos aquellos a los que les guste la historia y el deporte.